APENDICE
Q
(Tomado
de la sección de comentarios y apéndices a “La Santa Biblia en Su orden
original—Una versión fiel con comentario”, segunda edición.)
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¿Qué
significa “nacer de Dios”?
Por
Fred
R. Coulter
www.laverdaddeDios.org
Hay
una gran confusión acerca de qué significa ser “nacido de nuevo,” y
similarmente, “nacido de Dios.” En Juan 3:2-12 Jesús enseñó que nacer de nuevo
literalmente significa ser nacido del Espíritu, llegar a ser un ser espiritual,
lo cual tendrá lugar en la primera resurrección cuando Jesucristo regrese.
Jesucristo es el Primogénito de los muertos. Nadie más ha sido resucitado a
vida eterna—nadie ha nacido de nuevo. Además, la frase “nacido de Dios” es el
resultado de dos palabras griegas mal traducidas, el resultado de la mala
interpretación de que uno ha nacido de nuevo cuando es convertido.
Una
mala traducción de I Juan 3:9
La
traducción defectuosa de dos palabras griegas en I Juan 3:9 en la KJV, así como
también en otras versiones, es el corazón del problema. La KJV dice: “Quienquiera
que sea nacido de Dios, no comete pecado, porque su semilla permanece en él, y
no puede pecar, porque es nacido de Dios.” Este verso como esta traducido
presenta contradicciones irreconciliables con otros versos dentro de la Epístola
de Primera de Juan, así como también con el resto del Nuevo Testamento.
Contrario
a esta traducción incorrecta, Juan escribe que los Cristianos que tiene el Espíritu
Santo ciertamente pecan, y que ellos necesitan confesar sus pecados a Jesucristo
para el perdón: “Sin embargo, si caminamos en la luz, como Él está en la luz, entonces
tenemos compañerismo unos con otros, y la sangre de Jesucristo, Su propio Hijo,
nos limpia de todo pecado. Si decimos que no tenemos pecado, estamos
engañándonos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos
nuestros propios pecados, Él es fiel y justo, para perdonar nuestros pecados, y
limpiarnos de toda injusticia. Si decimos que no hemos pecado, lo hacemos a Él
un mentiroso, y Su Palabra no está en nosotros. Hijitos míos, les estoy
escribiendo estas cosas para que no puedan pecar. Y aun así, si alguno
peca, tenemos un Abogado con el Padre, Jesucristo el Justo; y Él es la
propiciación por nuestros pecados; y no solamente por nuestros pecados, sino
también por los pecados del mundo entero.” (I Juan 1:7-10; 2:1-2).
En
la misma Epístola, Juan escribió que si alguien ve a un hermano pecar un pecado
no hacia muerte [un pecado que es perdonable], él debería orar por ese hermano,
y Dios le dará vida a él; es decir, Dios le otorgara perdón: “Si
cualquiera ve a su hermano pecando un pecado que no es hacia
muerte, él pedirá, y Él le dará vida para aquellos que no pecan hacia muerte.
Hay un pecado hacia muerte, concerniente a ese pecado, no digo que él
debería hacer alguna súplica a Dios. Toda injusticia es pecado, y
hay pecado que no es hacia muerte.” (I Juan 5:16-17).
Listadas
abajo están las frases que Juan escribió en los capítulos uno, dos y cinco de
su Primera Epístola, las cuales contradicen directamente I Juan 3:9 en la KJV,
la cual dice, “Quienquiera
que sea nacido de Dios, no comete pecado, porque su semilla permanece en él, y
no puede pecar, porque es nacido de Dios.” Los siguientes versos no pueden ser
reconciliados con la traducción anterior:
I
Juan 1:7-10; 2:1-2 y 5:16-17:
1.
La
sangre de Jesucristo nos limpia de todo pecado.
2.
Si
decimos que no tenemos pecado, estamos engañándonos a nosotros mismos.
3.
Si
confesamos nuestros propios pecados…para perdonarnos de nuestros pecados…
4.
Él
nos limpia de toda injusticia.
5.
Si
decimos que no hemos pecado, lo hacemos a Él un mentiroso.
6.
Estoy
escribiéndoles estas cosas para que no puedan pecar.
7.
Aun
así, si alguno peca, tenemos un Abogado con el padre; Jesucristo.
8.
Él
es la propiciación de nuestros pecados.
9.
…No
solamente por nuestros pecados, sino también por los pecados del mundo entero…
10.
Si
alguno ve a su hermano pecando un pecado que no es hacia muerte, él pedirá…
11.
Él
dará vida para aquellos que no pecan hacia muerte.
12.
Hay
un pecado hacia muerte;…
13.
Toda
injusticia es pecado.
14.
Hay
pecado que no es hacia muerte.
Seria
completamente incongruente para Juan escribir en la primera y última parte de
su corta epístola acerca de cómo los hermanos convertidos si pecan y necesitan
perdón, y al mismo tiempo escribir en I Juan 3:9 que el que ha “nacido de Dios
no comete pecado” y “no puede pecar.” Ya que las escrituras no se pueden
contradecir entre sí, ¿cuál es la solución?
Dos
palabras mal traducidas en I Juan 3:9: Solamente Jesucristo ha nacido de
nuevo a través de la resurrección de los muertos. Nadie más nacerá de nuevo a
través de la resurrección de los muertos sino hasta la segunda venida de Jesucristo.
Más aun, el verso 9 como esta traducido en la KJV no aplica a Jesucristo y no
puede aplicar a los Cristianos porque ninguno de ellos ha sido resucitado de
los muertos. Una explicación adicional de este verso revela dos palabras
griegas traducidas incorrectamente.
“Nacido
de Dios”:
La primera palabra mal traducida se encuentra en la frase ‘nacido de Dios.” La
palabra “nacido” es traducida del verbo griego gennaw gennao. En la KJV, gennao ha sido traducida como
“engendrar” o “engendrado” 55 veces; como “nacido” 37 veces y como “concebir,
llevar, dar a luz, entregar” o “genero” 4 veces. Los contextos escriturales
determinan si gennao debería ser traducido como “engendrado” o “nacido”
(Wigram, Englishman’s Greek Concordance of the New Testament).
En
la tabla genealógica del linaje físico de Jesucristo, gennao es usado 42 veces
y ha sido traducido correctamente como “engendrar” porque el linaje es contado
desde el padre, quien engendra al hijo. En estos versos, habría sido incorrecto
traducir gennao como “nacido” porque los padres no dan a luz; ellos
“engendran.” A la inversa, en Mateo 1:20 en referencia al embarazo de la virgen
Maria por el poder del Espíritu Santo, gennao ha sido traducido en la KJV como
“concebido,” con una nota marginal que dice “engendrado”: “Pero mientras él
[José] pensaba en estas cosas, he aquí, el ángel del Señor le apareció en un
sueño, diciendo, “José, hijo de David, no temas tomar a María tu esposa, porque
eso que es concebido [engendrado] en ella es del Espíritu Santo.” (Mateo 1:20).
Una traducción más precisa de este verso sería: “Pero
mientras él reflexionaba estas cosas, he aquí, un ángel del Señor le apareció
en un sueño, diciendo, “José, hijo de David, no temas tomar a María para ser
tu esposa, porque eso que ha sido engendrado en ella es del Espíritu Santo.”
Lucas
también usó el verbo gennao en su registro del anuncio del angel Gabriel a
Maria. Lucas 1:35 en la KJV dice: “Y el angel respondió y le dijo, ‘El Espíritu
Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te ensombrecerá, por tanto
también esa cosa santa la cual será nacida de ti será llamado el Hijo de Dios.”
En esta frase, gennao no está en el tiempo futuro sino en el tiempo presente,
participio pasivo, singular neutro gennwmenon
gennomenon. Esto sería traducido más correctamente como sigue: “Y el
ángel respondió y le dijo, “El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el
poder del Altísimo te cubrirá con Su sombra; y por esta razón, el Santo
siendo engendrado en ti será llamado el Hijo de Dios.” El uso del
tiempo presente pasivo participio significa que mientras el angel Gabriel le estaba
hablando estas palabras a Maria, Dios el Padre a través del poder del Espíritu
Santo estaba impregnándola. Por lo tanto, es incorrecto traducir este tiempo
presente participio como un evento futuro, como es encontrado en la KJV.
Mientras es cierto que un nacimiento futuro tendría lugar, ese no es el
significado literal de gennomenon.
Con
este conocimiento, la primera parte de I juan 3:9 puede también ser corregida
al traducir gennao simplemente como “engendrado,” en vez de “nacido.” Como
resultado, la traducción correcta debería ser: “Todo
aquel que ha sido engendrado por Dios …” La frase “que ha sido
engendrado” es traducida del participio griego gegennhmenoV gegennemonos,
el cual es un participio pasivo perfecto del verbo gennao. Este participio
significa que el engendramiento ya había tenido lugar en el tiempo pasado. Como
en la vida humana, un engendramiento no es un nacimiento. El engendramiento
tiene lugar primero, luego después del periodo de gestación, ocurre el
nacimiento.
“No
comete pecado”:
La segunda frase en I Juan 3:9 que no ha sido traducida con precisión en la KJV
es: “no comete pecado.” No hay duda que una persona convertida si comete
pecado, pero con un verdadero arrepentimiento, a través de la gracia de Dios y
por la sangre de Jesucristo, esos pecados pueden ser perdonados. La clave para
entender esta frase está en una traducción precisa del verbo griego poiei poiei, traducido como “comete.”
Como esta usado en el verso 9, poiei
poiei está en tercera persona, singular, tiempo presente del verbo poiew poieo, el cual significa:
“hacer, generalmente, p.e., habitualmente, desempeñar, ejecutar, ejercitar,
practicar, p.e., perseguir un curso de acción, ser activo, trabajar…” (Berry, Greek-English
Lexicon of the New Testament, p. 81).
El
contexto de la Epístola de Juan no es acerca de la inhabilidad de los Cristianos
de cometer pecado. Por lo tanto, poiei en este contexto significa practicar el
pecado habitualmente. Cuando poiei en el verso 9 es leído “no practica pecado,”
las contradicciones creadas por la KJV son removidas. La traducción correcta de
esta porción del verso nuevo es; “Todo aquel que ha sido
engendrado por Dios no practica pecado…” Esta es una declaración verdadera y
transmite el significado original del griego. Más aun, el significado de poiei
es retenido en la segunda parte del verso 9 con referencia a “no puede pecar,”
el cual debería decir, “no puede practicar pecado.” Consecuentemente, el verso
entero traducido correctamente debería decir: “Todo
aquel que ha sido engendrado por Dios no practica pecado porque Su semilla de
engendramiento está viviendo dentro de él, y no es capaz de practicar
pecado porque ha sido engendrado por Dios.” Esta traducción armoniza con
el resto de la Epístola de Juan y remueve todas las contradicciones.
La
experiencia y proceso de conversión
Jesús
dijo, “…muchos son llamados, pero pocos son escogidos.” ” (Mateo 22:14).
¿Por qué solo pocos son escogidos? Es porque los muchos no responden el llamado
de Dios. Aunque ellos oyen la Palabra, no se rinden a Dios. Los pocos, quienes
si responden, se rinden a Dios, y Él comienza a trabajar con ellos. Jesús mostró
claramente esto en la parábola del sembrador y la semilla: “Por
tanto, oigan la parábola del sembrador: Cuando cualquiera oye la Palabra del
reino y no la entiende, el maligno viene y arrebata eso que fue sembrado
en su corazón. Este es aquel que fue sembrado por el camino. Aquel que fue
sembrado sobre el lugar rocoso es el que oye la Palabra e inmediatamente la
recibe con gozo; pero porque no tiene raíz en sí mismo, no permanece,
porque cuando la tribulación o la persecución surgen por causa de la Palabra,
es rápidamente ofendido. Y aquel que fue sembrado entre espinos es el que oye
la Palabra, pero las preocupaciones de la vida y el engaño de las riquezas
asfixian la Palabra, y ésta llega a ser infructuosa. Pero aquel que fue
sembrado sobre buena tierra, este es el que oye la Palabra y entiende, quien
ciertamente da a luz fruto y produce—uno cien veces, otro sesenta veces y
otro treinta veces.” ”
(Mateo 13:18-23).
Cuando
una persona comienza a responder el llamado, Dios el Padre comienza a atraerlo.
Jesús dijo, “Nadie puede venir a Mí a menos que el Padre, Quien Me envió, lo
atraiga; y Yo lo levantaré en el último día.” (Juan 6:44). La atracción de Dios el
Padre continua en tanto que la persona continúe creyendo y obedeciendo la
Palabra de Dios como la aprendió. Sin embargo, si en algún momento uno rehúsa
el llamado y atracción de Dios, en algún punto, de acuerdo a la determinación
de Dios, Él no continúa tratando con ese individuo.
Arrepentimiento: El llamado de
Dios el Padre y Jesucristo sale a través de la predicación del Evangelio y la
lectura de la Palabra de Dios. El arrepentimiento es el primer paso hacia
responder a ese llamado. Aunque es el Espíritu Santo de Dios el que condena y
guía al arrepentimiento (Romanos 2:4), uno debe escoger arrepentirse (Lucas 13:1-5).
Cuando
Pedro predicó poderosamente el Evangelio, hablando de la muerte y resurrección
de Jesucristo, él dejó claro a todos aquellos reunidos en el templo en Jerusalén
en Pentecostés 30 d.C que los pecados de ellos crucificaron a Jesucristo. Esto movió
a tres mil al arrepentimiento y a ser bautizados: “Por tanto, toda la casa de Israel sepa con plena
seguridad que Dios ha hecho a este mismo Jesús, a Quien ustedes
crucificaron, ambos Señor y Cristo.” Ahora, después de oír esto,
ellos fueron compungidos del corazón; y dijeron a Pedro y a los otros
apóstoles, “Hombres y hermanos, ¿qué haremos?” Entonces Pedro les dijo,
“Arrepiéntanse y sean bautizados cada uno de ustedes en el nombre de Jesucristo
para la remisión de pecados, y ustedes mismos recibirán el regalo del
Espíritu Santo. Porque la promesa es para ustedes y para sus hijos, y para
todos aquellos que están lejos, tantos como el Señor nuestro Dios pueda
llamar.” Y con muchas otras palabras
testificó y exhortó sinceramente, diciendo, “Sean salvos de esta perversa
generación.” Entonces aquellos que alegremente recibieron su mensaje
fueron bautizados; y alrededor de tres mil almas fueron añadidas ese día.” (Hechos
2:36-41). Verdadero arrepentimiento piadoso lleva a la conversión: “Por
tanto, arrepiéntanse y sean convertidos para que sus pecados puedan ser
borrados, para que los tiempos de refrigerio puedan venir desde la
presencia del Señor;”
(Hechos 3:19).
Bautismo: El segundo
paso en responder el llamado de Dios es el bautismo en agua. Como predicó
Pedro, el creyente arrepentido debe ser bautizado. El bautismo es por completa
inmersión en agua, es decir que el creyente arrepentido es co-unido en la
muerte de Jesucristo para la remisión de pecados. El apóstol Pablo escribió del
verdadero significado del bautismo: “Nosotros quienes morimos al
pecado, ¿cómo viviremos más en él? ¿O son ustedes ignorantes que nosotros,
tantos como fuimos bautizados en Cristo Jesús, fuimos bautizados en Su muerte?
Por tanto, fuimos sepultados con Él a través del bautismo en la muerte; para
que, así como Cristo fue levantado de los muertos por la gloria del
Padre, en la misma forma, deberíamos también caminar en novedad de vida. Porque
si hemos sido co-unidos en la semejanza de Su muerte, así también lo seremos en
la semejanza de Su resurrección. Sabiendo esto, que nuestro
viejo hombre fue co-crucificado con Él, para que el cuerpo de pecado
pudiera ser destruido, para que ya no pudiéramos ser esclavizados al pecado;
porque aquel que ha muerto al pecado ha sido justificado del pecado.
Ahora, si morimos junto con Cristo, creemos que también viviremos con Él [en la primera resurrección], sabiendo que Cristo, habiendo sido levantado de los
muertos, no muere más; la muerte ya no tiene ningún dominio sobre Él.
Porque cuando murió, murió al pecado una vez por todos; pero en lo que
vive, vive hacia Dios. En la misma forma también, ustedes ciertamente deberían
considerarse a sí mismos muertos al pecado, pero vivos para Dios a través de
Cristo Jesús nuestro Señor. Por tanto, no dejen que el pecado gobierne en su
cuerpo mortal obedeciéndolo en su lujuria. Así mismo, no cedan sus miembros
como instrumentos de injusticia al pecado; sino, cédanse a sí mismos a Dios
como aquellos que están vivos de entre los muertos, y sus
miembros como instrumentos de justicia para Dios.” (Romanos
6:2-13).
Aquellos
que han sido bautizados están muertos a vivir en pecado como una forma de vida.
Ellos deben caminar en novedad de vida y no deben dejar que el pecado gobierne
en sus cuerpos “mortales” sino pelear contra el, llevando todo pensamiento a la
cautividad de la obediencia de Jesucristo (II Corintios 10:4-5). Ya que
aquellos que han sido bautizados todavía tienen cuerpos mortales, es evidente
que ellos no han nacido de nuevo como seres espirituales sino que cuando
reciben el Espíritu Santo, ellos han sido “engendrados de nuevo”—la “semilla”
de Dios el Padre vive en ellos.
Recibir
el Espíritu Santo:
El tercer paso en responder el llamado de Dios es recibir el Espíritu Santo, el
cual viene después del arrepentimiento y el bautismo. El apóstol Pedro dijo, “ “Arrepiéntanse
y sean bautizados … para la remisión de pecados, y ustedes mismos
recibirán el regalo del Espíritu Santo.” (Hechos 2:38). El regalo del Espíritu
Santo es dado por la imposición de manos (Hechos 8:14-17; 19:5-6).
Cuando
uno recibe el Espíritu Santo, es engendrado de nuevo y recibe la “semilla” de
vida eterna de Dios el Padre. El apóstol Juan escribió en I Juan 3:9, “Todo aquel que ha sido engendrado por Dios no practica
pecado porque Su semilla de engendramiento está viviendo dentro de él, y
no es capaz de practicar pecado porque ha sido engendrado por Dios.”
La palabra griega para “semilla” es sperma esperma. Esta es la misma
palabra usada en español para la semilla del padre natural de uno. El esperma
del padre engendra o impregna el huevo de la madre, y una nueva vida es
concebida—engendrada, pero no nacida aun. De la misma manera, cuando uno recibe
el Espíritu Santo, Dios el Padre engendra al creyente arrepentido con Su
semilla (esperma) de vida eterna y una nueva vida espiritual es
concebida—engendrada, pero no nacida aun. En tanto que la semilla de vida
eterna de Dios el Padre permanezca dentro, el creyente no practicará
habitualmente o vivirá una vida de pecado. El Espíritu de Dios lo condenará de
pecado en corazón y mente, llevándolo al arrepentimiento y restauración.
Los
paralelos entre el engendramiento físico y el espiritual
En
el principio cuando Dios creó al hombre Él dijo, “ “Hagamos
al hombre a Nuestra imagen, según Nuestra semejanza; y tengan dominio sobre los
peces del mar y sobre las aves del cielo y sobre el ganado y sobre toda la
tierra y sobre toda cosa rastrera que se arrastra sobre la tierra.” Y Dios creó
al hombre a Su propia imagen, a la imagen de Dios Él lo creó. Él los
creó hombre y mujer. Y Dios los bendijo. Y Dios les dijo, “Sean fructíferos y
multiplíquense, y llenen la tierra, y domínenla; y tengan dominio sobre los
peces del mar y sobre las aves del cielo y sobre cada cosa viva que se mueve
sobre la tierra.” ”
(Génesis 1:26-28).
Como
está registrado en el primer capítulo de Génesis, Dios bendijo a la humanidad
con la habilidad de compartir Su creación al traer hijos al mundo—en realidad
reproduciéndose a sí mismos—hijos hechos en su propia imagen. Él ordenó que los
hijos serían el resultado del amor y la unión en una carne entre el esposo y la
esposa. Así, la familia humana ha crecido grandemente. De la misma manera, Dios
se está reproduciendo a Si mismo en seres humanos a través del proceso
espiritual de conversión que comienza con el arrepentimiento, bautismo y el
engendramiento del Espíritu Santo—la semilla de vida eterna de Dios el Padre.
Aquellos que son fieles hasta el final nacerán de nuevo en la primera resurrección
dentro de Su familia espiritual—recreados a Su imagen espiritual para compartir
Su gloria y vivir para siempre.
Sellados
por el Espíritu Santo
¿Cómo
es una persona “sellada” con el Espíritu Santo? Dios el Padre engendra al
creyente arrepentido con la semilla de vida eterna a través del poder del
Espíritu Santo, el cual se une con el espíritu de su mente y ellos son
sellados. Pablo explica que el engendramiento del Espíritu Santo es únicamente
las arras de la herencia de Dios: “Sí, en
Él, en Quien también hemos obtenido una herencia, habiendo sido predestinados
de acuerdo a Su propósito, Quien está haciendo todas las cosas de acuerdo al
consejo de Su propia voluntad; que pudiéramos ser para la alabanza de Su
gloria, quienes confiamos primero en el Cristo; en Quien también confiaron
ustedes después de oír la Palabra de la verdad, el evangelio de su salvación;
en Quien también, después de creer, fueron sellados con el Espíritu Santo de la
promesa, el cual es las arras de nuestra herencia hasta la
redención de la posesión comprada, para la alabanza de Su gloria.” (Efesios
1:11-14). Y otra vez, “Pero Aquel que nos establece con ustedes en Cristo, y Quien nos ha
ungido, es Dios, Quien también nos ha sellado y nos ha dado las
arras del Espíritu en nuestros corazones.” (II Corintios 1:21-22).
Engendrado
de nuevo:
El apóstol Pedro también escribió de este nuevo engendramiento: “…a los
extranjeros elegidos… quienes han sido escogidos de acuerdo al
conocimiento predeterminado de Dios el Padre, por la
santificación a través del Espíritu, a la obediencia y aspersión
de la sangre de Jesucristo: Gracia y paz sean multiplicadas a ustedes.
Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Quien, de
acuerdo a Su abundante misericordia, nos ha engendrado otra vez hacia una
esperanza viva a través de la resurrección de Jesucristo de los
muertos; hacia una herencia incorruptible y sin mancha e inmarcesible,
reservada en el cielo para nosotros, quienes estamos siendo
guardados por el poder de Dios a través de la fe, para la
salvación que está lista a ser revelada en los últimos tiempos… Porque
ustedes han sido engendrados de nuevo, no de semilla corruptible, sino de semilla
incorruptible, por la Palabra viva de Dios, la cual permanece
para siempre.”
(I Pedro 1:1-5, 23). En las Escrituras citadas, Pedro usó la palabra griega anagennao la cual
significa literalmente “engendrado de nuevo.”
Lo
que escribió Pedro concerniente a ser engendrado de nuevo es exactamente lo que
el apóstol Juan quiso decir cuando escribió dos comentarios adicionales acerca
de ser engendrado de Dios: “Todo el que crea que Jesús es el
Cristo ha sido engendrado por Dios; y todo el que ame a Quien engendró
ama también a quien ha sido engendrado por Él… Sabemos que cualquiera que es
engendrado por Dios no práctica pecado; porque aquel que ha sido
engendrado por Dios se guarda a sí mismo por el poder de Dios, y el
maligno no lo toca.”
(I Juan 5:1,18).
Salvación
es creación
Un
niño recién engendrado en el vientre de su madre es el comienzo de una nueva
creación. Durante el periodo de gestación de nueve meses, el niño recién
concebido está siendo formado continuamente de acuerdo al patrón de los genes y
cromosomas heredados de su padre y madre hasta que esté completamente
desarrollado. El niño debe crecer físicamente a término completo para nacer. En
la misma manera, un creyente recién engendrado debe también crecer
espiritualmente para nacer de nuevo en la resurrección. El crecimiento
espiritual de un Cristiano produce carácter piadoso mientras esté siendo
recreado espiritualmente a la imagen de Dios el Padre. Es imperativo para todo Cristiano
engendrado estar “…creciendo en la gracia y el
conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.” (II Pedro 3:18).
A
través de la relación espiritual con Dios el Padre y Jesucristo por la oración
diaria, el estudio bíblico, y caminar en los mandamientos de Dios, uno crece
espiritualmente. Esta nueva creación espiritual es el trabajo de Dios el Padre
y Jesucristo por el poder del Espíritu Santo. El crecimiento espiritual del
creyente es el resultado de la hechura continua de Dios: “Porque
por gracia han sido salvos a través de fe, y esta no es de ustedes mismos; es
el regalo de Dios, no de obras, para que nadie pueda jactarse. Porque somos Su
hechura, creados en Cristo Jesús hacia las buenas obras que Dios ordenó
de antemano para que pudiéramos caminar en ellas.” (Efesios 2:8-10).
A
través del poder del Espíritu Santo el Cristiano llega a ser una persona
nueva al sacar el viejo yo carnal pecaminoso y los viejos caminos de vida y ser
renovado en el espíritu de su mente. Pablo escribió que Dios está continuamente
trabajando dentro del corazón y mente de cada uno de los que él ha engendrado
con Su Espíritu: “Que concerniente a su antigua
conducta, ustedes se quiten el viejo hombre, el cual es corrupto de acuerdo a la
lujuria engañosa; y que sean renovados en el espíritu de su mente; y que se
pongan el nuevo hombre, el cual es creado en justicia y santidad de la verdad
de acuerdo a Dios.” (Efesios 4:22-24).
Dios
esta perfeccionando una nueva creación maravillosa dentro de cada verdadero Cristiano
a través del poder del Espíritu Santo: “Por lo tanto, si alguno está
en Cristo, es una nueva creación; las cosas viejas han pasado; he aquí,
todas las cosas han llegado a ser nuevas.” (II Corintios 5:17). Pablo también
asemeja lo que Dios está haciendo dentro de cada Cristiano engendrado como
teniendo a “Cristo… formado en ustedes,” (Gálatas
4:19). Él escribió que a los santos se les dio entendimiento de “…el
misterio que ha estado escondido desde siglos y desde generaciones, pero que
ha sido revelado ahora a Sus santos; a quienes Dios quiso dar a conocer cuáles son
las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles; el cual es
Cristo en ustedes, la esperanza de gloria;” (Colosenses 1:26-27).
Aunque
Dios el Padre y Jesucristo están haciendo el trabajo de perfeccionamiento, cada
nuevo hijo engendrado de Dios debe someterse en obediencia amorosa. El
crecimiento espiritual tiene lugar en el corazón y la mente: “Los exhorto por tanto, hermanos, por las misericordias de
Dios, a presentar sus cuerpos como un sacrificio vivo, santo y bien
agradable a Dios, el cual es su servicio espiritual. No se conformen ustedes
mismos a este mundo, sino sean transformados por la renovación de sus mentes
para que puedan probar lo que es bien agradable y bueno, y la
perfecta voluntad de Dios.” (Romanos 12:1-2).
Dios
renueva continuamente la mente a través del poder del Espíritu Santo al
escribir Sus leyes y mandamientos en nuestros corazones: “Y el
Espíritu Santo también nos da testimonio; porque después que Él había
previamente dicho, “ ‘Este es el pacto que estableceré con ellos después
de aquellos días,’ dice el Señor: ‘Yo daré Mis leyes dentro de sus
corazones, y las inscribiré en sus mentes;” (Hebreos 10:15-16). Esta operación
puede ser comparada a la reprogramación real del corazón y mente del Cristiano—el
proceso de conversión.
Los
verdaderos Cristianos que han sido engendrados de nuevo por la semilla de vida
eterna de Dios el Padre están siendo perfeccionados así. La vieja mente carnal
y el cuerpo de pecado deben ser condenados a muerte por el poder del Espíritu
Santo de Dios: “Por tanto, condenen a muerte sus
miembros los cuales están sobre la tierra—inmoralidad sexual,
impureza, afecto desordenado, deseos malignos, y codicia, la cual es idolatría.
Porque por estas cosas, la ira de Dios viene sobre los hijos de desobediencia,
entre quienes ustedes también caminaron una vez, cuando estaban viviendo en
estas cosas. Pero ahora, deberían también quitarse todas estas cosas:
ira, indignación, malicia, blasfemia, y lenguaje sucio de su boca. No
mienta el uno al otro, viendo que ustedes deben deshacerse del viejo
hombre junto con sus obras, y deben vestirse el nuevo hombre, quien está
siendo renovado en conocimiento, de acuerdo a la imagen de Aquel Quien
lo creó; donde no hay ni griego ni judío, circuncisión ni incircuncisión,
bárbaro ni escita, esclavo ni libre; sino Cristo es todas las
cosas, y está en todos.” (Colosenses 3:5-11). Y de nuevo, “Por
esta razón, no nos desanimamos; pero si nuestro hombre exterior está siendo
traído a decadencia, aun así el hombre interior está siendo renovado día
a día.”
(II Corintios 4:16).
Para
ser vencedores, los Cristianos deben arrepentirse continuamente y confesar sus
pecados a Dios, pidiendo perdón a través de la oración sentida: “Sin
embargo, si caminamos en la luz, como Él está en la luz, entonces
tenemos compañerismo unos con otros, y la sangre de Jesucristo, Su propio Hijo,
nos limpia de todo pecado. Si decimos que no tenemos pecado, estamos
engañándonos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos
nuestros propios pecados, Él es fiel y justo, para perdonar nuestros pecados, y
limpiarnos de toda injusticia.” (I Juan 1:7-9).
Como
está declarado, Dios el Padre y Jesús cumplen la purificación y limpieza del
creyente a través del poder del Espíritu Santo. Jesús usa la Palabra de Dios
para limpiar a toda la Iglesia porque “…Cristo también
amó a la iglesia, y Se dio a Sí mismo por ella; para poder santificarla,
habiéndola limpiado con el lavado del agua por la Palabra; para poder
presentarla a Sí mismo como la iglesia gloriosa, no teniendo mancha o arruga, o
ninguna de esas cosas; sino que pudiera ser santa y sin culpa.” (Efesios
5:25-27). El “lavado del agua por la Palabra” es cumplido a través del estudio bíblico
y la oración diaria, emparejado con la renovación del Espíritu. Pablo escribió
del proceso de conversión y renovación del Espíritu Santo: “Porque
nosotros también fuimos una vez tontos, desobedientes, engañados, sirviendo
toda clase de lujurias y placeres, viviendo en malicia y envidia, odiosos y
odiando uno al otro. Pero cuando apareció la gracia y el amor de Dios nuestro
Salvador hacia el hombre, no por obras de justicia las cuales
practicábamos, sino de acuerdo a Su misericordia Él nos salvó, a través del
lavado de regeneración [el
lavado del agua por la Palabra] y la renovación
del Espíritu Santo, el cual Él derramó sobre nosotros ricamente a través de
Jesucristo nuestro Salvador; para que, habiendo sido justificados por Su
gracia, llegáramos a ser herederos de acuerdo a la esperanza de vida
eterna.” (Tito 3:3-7).
El
resultado de la regeneración espiritual y la renovación de la mente de un Cristiano
es tener las leyes y mandamientos de Dios escritos e inscritos en el corazón
(Hebreos 8:10; 10:16-17) y crecer en carácter espiritual para tener la mente de
Jesucristo: “Entonces, si hay cualquier estímulo en Cristo, si cualquier
consuelo de amor, si cualquier compañerismo del Espíritu, si cualquier afecto
interno profundo y compasión, cumplan mi gozo, para que sean de la misma
mente, teniendo el mismo amor, siendo unidos en alma, preocupándose de la única
cosa. Nada sea hecho a través de contienda o vanagloria, sino en
humildad, cada uno estimando a los otros sobre sí mismo. Cada uno ocúpese no solo
de sus propias cosas, sino que cada uno también considere las
cosas de otros. Esté esta mente en ustedes, la cual estuvo también en
Cristo Jesús;”
(Filipenses 2:1-5).
La
corrección amorosa de Dios: A través de las circunstancias de la vida, Dios el
Padre corrige a todos Su hijos engendrados. Exactamente como un niño necesita
ser corregido para aprender el camino correcto, así Dios corrige a aquellos que
Él ha recibido, para que puedan aprender Su camino. Pablo escribió: “Y ustedes ya han olvidado la
amonestación que Él les dirige como a hijos: “Hijo Mío, no desprecies el
castigo del Señor, ni te canses de ser reprobado por Él; porque a quien el
Señor ama castiga, y disciplina severamente a cada hijo a quien Él recibe.” Si
soportan castigo, Dios está tratando con ustedes como un Padre con Sus
hijos. Porque ¿quién es el hijo a quien el Padre no castiga? Pero si
están sin castigo, del cual todos son participes, entonces son bastardos y no
hijos. Más aun, hemos tenido nuestros padres carnales quienes nos castigaron; y
los respetamos; ¿no deberíamos voluntariamente estar aún más sujetos al Padre
de espíritus, y vivir para siempre? Porque en el primer caso, ellos nos
castigaban por unos pocos días en cualquier forma que les parecía buena;
pero en el segundo caso, Él nos castiga para nuestro propio beneficio, para
que podamos ser partícipes de Su santidad. Ahora, verdaderamente, ningún
castigo por el momento parece ser gozoso, sino doloroso; sin embargo, después
rinde los frutos pacíficos de justicia a aquellos que han sido ejercitados por
el. Por tanto, levanten las manos que están
caídas, y revivan las rodillas debilitadas; y hagan senderos rectos para
sus pies, no sea que lo que es cojo sea puesto a un lado; sino más bien
sea sanado. Persigan paz con todos, y santidad, sin la cual nadie verá al
Señor;” (Hebreos 12:5-14).
La
corrección es una parte importante del crecimiento y vencimiento Cristiano. La
corrección significa el amor de Dios. Ceder a la corrección de Dios trae los
frutos pacíficos de justicia para crear carácter santo y justo, permitiéndole a
uno amar a Dios incluso más y crecer en gracia y conocimiento. Esto es parte de
cómo Dios redime a Su familia espiritual—haciendo de cada uno de Sus hijos
engendrados una nueva creación.
Pruebas
al vencer el mundo:
Los Cristianos viven en el mundo pero no son parte del mundo. Como resultado,
ellos son confrontados con pruebas de su fe. El apóstol Pedro escribió: “Amados,
no estén sorprendidos en la prueba feroz entre ustedes la cual está
teniendo lugar para probarlos, como si alguna cosa extraña estuviera
pasándoles. Pero al grado en que ustedes tienen una parte en los
sufrimientos de Cristo, alégrense; para que, en la revelación de Su gloria,
ustedes puedan también alegrarse excesivamente. Si son insultados por el
nombre de Cristo, son benditos porque el Espíritu de gloria y el
Espíritu de Dios está descansando sobre ustedes; por parte de ellos Él es
blasfemado, pero por parte suya Él es glorificado. Ciertamente, ninguno de
ustedes sufra como un asesino, o un ladrón, o un malhechor, o como un
señoreador entrometido en las vidas de otras personas. Aun así si cualquiera está
sufriendo como cristiano, no debería estar avergonzado; sino glorifique a
Dios por causa de esto,”
(I Pedro 4:12-16).
El
propósito de las pruebas es fortalecer y perfeccionar la fe del Cristiano: “En
esto ustedes mismos se alegran grandemente; aunque por el momento, si es
necesario, estén en aflicción por un rato por varias pruebas; para que la
prueba de su fe, la cual es mucho más preciosa que el oro que perece,
aunque esté siendo probada por fuego, pueda ser encontrada hacia alabanza y
honor y gloria en la revelación de Jesucristo; a Quien, no habiendo
visto, ustedes aman; en Quien, aunque en el tiempo presente no lo ven,
creen, y se alegran con gozo indecible, y llenos con gloria; y están
recibiendo el fin de su fe—la salvación de sus almas;” ( I Pedro
1:6-9).
Todas
las pruebas por las que los Cristianos van y soportan son para el
perfeccionamiento de su fe. En las pruebas, los Cristianos necesitan buscar a
Dios y orarle, reclamando Sus promesas de liberación y ayuda e intervención. A
pesar de estar enfrentados con pruebas, Dios da a cada Cristiano una promesa
reconfortante de liberación, independiente de cuan severa pueda ser la prueba:
“Ninguna tentación [prueba] ha venido sobre
ustedes excepto lo que es común para la humanidad. Porque Dios,
Quien es fiel, no les permitirá ser tentados más allá de lo que
son capaces de soportar; sino que con la tentación, Él hará un
camino de escape, para que puedan ser capaces de soportarla.” (I
Corintios 10:13). Jesucristo prometió que Él siempre estaría con los Suyos
(Mateo 28:20), y nunca los abandonaría: “…Él ha dicho,
“En ninguna forma los dejaré; no—nunca los abandonaré en ninguna forma.” Así
entonces, digamos valientemente, “El Señor es mi ayudante, y no
tendré temor, ¿qué puede el hombre hacerme?” ” (Hebreos 13:5-6).
Las
persecuciones y sufrimientos de William Tyndale
William
Tyndale fue el primer hombre en traducir el Nuevo Testamento del griego al inglés
el cual publicó en 1526. Él sufrió una persecución terrible a manos de las
autoridades religiosas y civiles. Finalmente, en 1536 fue quemado en la estaca
por traducir e imprimir la Palabra de Dios. Como resultado de su persecución y
sufrimientos, él escribió acerca del propósito de las pruebas y tribulaciones
de un Cristiano: “Esto está escrito [en el Antiguo Testamento] para nuestro
aprendizaje: porque en verdad él es un Dios verdadero; y es nuestro Dios así
como también de ellos; y sus promesas están con nosotros, así como también con
ellos; y él [esta] presente con nosotros, así como también estuvo con ellos. Si
pedimos, obtendremos; si golpeamos, abrirá; si buscamos, encontraremos; si
tenemos sed, su verdad cumplirá nuestra lujuria [deseo], Cristo está con
nosotros hasta el fin del mundo. Su pequeño rebaño sea por tanto valiente. Si
Dios está en nuestro lado, ¿qué puede hacer quién está contra nosotros, sean
ellos obispos, cardenales, Papas, o cualquier nombre que ellos quieran? Marquen
esto también, si Dios los envía al mar, y promete ir con ustedes , y traerlos
salvos a tierra, él levantará una tempestad contra ustedes, para probar si
ustedes acatarán su Palabra, y no puedan sentir su fe, y percibir la bondad de él.
Porque si siempre hubiera buen tiempo, y ustedes nunca son traídos a tal peligro,
por el cual únicamente su misericordia los libró, su fe debería ser menos una
presunción, y ustedes nunca deberían ser desagradecidos con Dios e
inmisericordes hacia su prójimo. Si Dios promete riquezas, el camino a eso es
la pobreza. A quien él ama, castiga: a quien él exalte, hecha abajo: a quien él
salve, condena primero… si él promete vida, mata primero: cuando él construye,
derriba todo primero. Él no es reparcheador, no puede construir sobre el
fundamento de otro hombre. No trabajará hasta que todo sea remedio pasado, y
sea traído a tal caso, que el hombre pueda ver, como su mano, su poder, su
misericordia, su bondad y verdad, han forjado completamente. Él no dejará que
el hombre sea participe con él de su alabanza y gloria. Sus obras son
maravillosas, y contrarias a las obras del hombre. ¿Quién alguna vez,
salvándolo, entregó a su propio Hijo, su único Hijo, su Hijo amado, a la
muerte, y que por amor a sus enemigos, ganar a su enemigo, vencerlo con amor,
para que él pudiera ver amor, y amar otra vez, y de amor hacer igualmente a
otros hombres, y vencerlos con buenos hechos?” (Partaker Society, La
obediencia del hombre Cristiano, págs. 135-136).
El
apóstol Pablo animó a los hermanos en Roma, a pesar de cualquier problema o
sufrimiento, a siempre tener la promesa del regalo de Dios de filiación en sus
pensamientos: “Porque tantos como son guiados por el Espíritu de Dios, esos
son los hijos de Dios. Ahora, ustedes no han recibido un espíritu de
esclavitud otra vez hacia temor, sino han recibido el Espíritu de
filiación, por el cual gritamos, “Abba, Padre.” El Espíritu mismo da testimonio
conjuntamente con nuestro propio espíritu, testificando que somos hijos
de Dios. Entonces si somos hijos, somos también
herederos—verdaderamente, herederos de Dios y coherederos con Cristo—si
ciertamente sufrimos junto con Él, para poder también ser glorificados junto
con Él. Porque considero que los sufrimientos del tiempo presente no son
dignos de ser comparados con la gloria que será revelada en nosotros.” (Romanos
8:14-18).
Todas
las batallas contra el pecado, la corrección de Dios, las pruebas y
tribulaciones, los sufrimientos y gozos, el crecimiento y vencimiento son todos
una parte necesaria del crecimiento Cristiano hacia la perfección en Cristo: “Por tanto, no dejen que el pecado gobierne en su cuerpo
mortal obedeciéndolo en su lujuria. Así mismo, no cedan sus miembros como
instrumentos de injusticia al pecado; sino, cédanse a sí mismos a Dios como
aquellos que están vivos de entre los muertos, y sus miembros como
instrumentos de justicia para Dios. Porque el pecado no gobernará sobre ustedes
[no pueden practicar el pecado] porque no están
bajo ley, sino bajo gracia. ¿Entonces qué? ¿Pecaremos porque no estamos bajo
ley, sino bajo gracia? ¡DE NINGUNA MANERA! ¿No se dan cuenta que a quien
ustedes ceden como siervos para obedecer, son siervos de aquel que
obedecen, si es de pecado hacia muerte, o de obediencia hacia justicia?
Pero gracias sea a Dios, que eran siervos de pecado, pero han obedecido de
corazón esta forma de doctrina la cual fue entregada a ustedes; y habiendo sido
librados del pecado, se convirtieron en siervos de justicia. Hablo desde un
punto de vista humano por la debilidad de su carne; porque así como una vez
cedieron sus miembros en esclavitud a la impureza, y a la ilegalidad
hacia la ilegalidad, así ahora cedan sus miembros en esclavitud a la justicia
hacia la santificación.” (Romanos 6:12-19).
Como
un niño no nacido debe llegar a término completo para nacer, los Cristianos
engendrados se deben desarrollar y crecer a término completo—perfeccionados
para la primera resurrección. Para este fin, Dios ha dado el poder de Su Espíritu
Santo, Su Palabra respirada de Dios y profesores. La asamblea entera de
hermanos y ancianos es llamada “el cuerpo de Cristo,” el cual es la Iglesia de
Dios. Dios el Padre y Jesucristo usan e inspiran el ministerio para
perfeccionar a los santos hacia la plenitud de Jesucristo: “Y Él organizó a algunos como apóstoles, y a
algunos como profetas, y a algunos como evangelistas; y a
algunos, pastores y profesores para el perfeccionamiento de los santos, para la
obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo; hasta que
todos vengamos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, hacia
un hombre perfecto, hacia la medida de la estatura de la plenitud
de Cristo; para que no seamos más niños, sacudidos y llevados con todo viento
de doctrina por las artimañas de hombres en astucia, con vista a la
sistematización del error; sino manteniendo la verdad en amor, podamos crecer
en todas las cosas en Quien es la Cabeza, Cristo de Quien todo el cuerpo,
adecuadamente estructurado y compactado por eso que cada coyuntura
suple, de acuerdo a su trabajo interno en la medida de cada parte
individual, está haciendo el incremento del cuerpo hacia la edificación
del mismo en amor.” (Efesios 4:11-16).
El
apóstol Juan escribió que ahora somos los hijos de Dios—aun no nacidos. Somos
como bebés en el vientre, y aun no aparece lo que seremos, porque el nacimiento
espiritual real no ocurrirá sino hasta el regreso de Jesús—entonces seremos
como Él: “¡He aquí! ¡Que glorioso amor nos ha
dado el Padre, que deberíamos ser llamados los hijos de Dios! Por esta misma
razón, el mundo no nos conoce porque no lo conoció a Él. Amados, ahora somos
los hijos de Dios, y no ha sido revelado aun lo que seremos; pero sabemos que
cuando Él sea manifestado, seremos como Él, porque lo veremos exactamente como
Él es. Y todo el que tiene esta esperanza en Él se purifica a sí mismo, incluso
como Él es puro.” (I Juan 3:1-3).
Esta
es la razón y esperanza que da a los Cristianos, quienes han sido engendrados
de nuevo, la fortaleza e inspiración, el amor y la determinación para cumplir
el propósito de Dios en sus vidas.