CAPITULO UNO
(Tomado del
libro “El día que Jesús el Cristo murió.”)
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La ultima
Pascua de Jesús
y la
Crucifixión
Por
Fred R.
Coulter
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Nota: Todas las
Escrituras han sido traducidas de The Holy Bible In Its Original Order (La
Santa Biblia en Su orden Original), segunda edición.
El evento
mas grande desde la creación del mundo estaba a punto de llevarse a cabo. Jesús
el Cristo, Quien era Dios manifestado en la carne (I Timoteo 3:16), ¡iba a morir!
Él daría su vida como el sacrificio supremo por los pecados de toda la
humanidad. Juan el Bautista entendió esto cuando él dijo de Jesús: “He aquí el Cordero de Dios, Quien
quita el pecado del mundo.” (Juan 1:29). Este evento trascendental
había sido planeado antes de la creación del mundo: “…del Cordero muerto desde la
fundación del mundo.” (Apocalipsis 13:8).
¿Cuando y
como entró el pecado en el mundo? ¿Porque fue necesario para Jesús el Cristo
dar Su vida por los pecados de la humanidad? ¿Cómo puede Su único sacrificio
limpiar todos los pecados?
El pecado de
Adán y Eva no fue la primera trasgresión contra Dios. El pecado original fue
cometido por Lucifer y los ángeles que lo siguieron. Lucifer (Latín, “Portador
de luz” o “Resplandeciente”) fue el primer ser creado que cometió pecado; por
tanto él es el autor del pecado. Él se jactaba que llegaría a ser como el
Altísimo y sentarse en el trono de Dios (Isaías 14:14-15; Ezequiel 28:12-18).
La tercera parte de los ángeles lo siguieron en su rebelión (Apocalipsis
12:3-4). En aquel tiempo, Lucifer llegó a ser Satanás el diablo, el adversario
de Dios y los ángeles rebeldes quienes lo siguieron llegaron a ser conocidos
como demonios.
Cuando
Satanás y los demonios intentaron tomar el trono de Dios, fueron echados abajo
a la tierra (Lucas 10:18). Esa guerra dejó la tierra y parte de los cielos en
ruinas. Todo lo que Lucifer y sus ángeles habían establecido en la tierra antes
de la rebelión fue destruido, y la tierra fue cubierta con una inundación (Génesis
1:2). Entonces Dios, Aquel Quien llegaría a ser Jesucristo, recreó la
superficie de la tierra y la llenó con vida.
En el sexto
día de la creación, Dios hizo al hombre a Su propia imagen y semejanza, hombre
y mujer (Génesis 1:26-27). Dios le dio a Adán y Eva libre albedrío moral. Él
colocó delante de ellos el camino de vida eterna, simbolizado por el Árbol de
la Vida. Él también colocó delante de ellos el Árbol del Conocimiento del bien
y del mal, el cual representaba el camino que les parecía recto a ellos, bajo
la influencia de Satanás el diablo. Pero Dios les ordenó no comer del fruto de
ese árbol, y les advirtió que si lo comían ellos morirían con seguridad.
Bajo la
influencia de Satanás el diablo, Adán y Eva escogieron desobedecer a Dios
comiendo el fruto del Árbol del Conocimiento del bien y del mal. A través de su
desobediencia, el pecado y la muerte pasaron a toda la humanidad (Romanos
5:12). Como resultado, casi toda la humanidad ha seguido los mandatos de
naturaleza humana bajo la influencia de Satanás, separados de Dios. Aunque Dios
ha establecido limites a Satanás, Dios no ha removido aun a Satanás y su mala
influencia. En Su propio tiempo, Dios finalmente sacará a la humanidad de la
sujeción del pecado y de Satanás. A través de Su plan de redención, iniciado
por el perfecto sacrificio de Su Hijo, Dios ha hecho posible para toda la
humanidad ser salvos del pecado y la pena de muerte.
Dios, como
Dador de la Ley y Creador, ha decretado que la paga del pecado para todos los
seres humanos es la muerte (Romanos 6:23). El pecado es la trasgresión de las
leyes y mandamientos espirituales y santos de Dios (I Juan 3:4). Todos hemos
pecado y hemos sido cortados de la gloria de Dios, entonces todos enfrentan la
muerte a menos que acepten el camino de salvación que Dios ha provisto (Romanos
3:23). La muerte que es decretada por pecar es la segunda muerte en el lago de
fuego. De esa muerte no hay resurrección (Apocalipsis 20:13-15; 21:8).
Después que
Adán y Eva pecaron, Dios pronunció Su juicio sobre ellos. Dentro de Su
sentencia, encontramos la primera profecía de la muerte del Mesías: “Y pondré enemistad entre la mujer… [un tipo de
Israel, y luego, de la Iglesia de Dios] …y tú… [la serpiente – Satanás el diablo], y entre su Semilla… [Jesucristo,
el Mesías venidero] …y
tú semilla;… [los seguidores de Satanás] …Él… [la Semilla,
Jesucristo] …magullará
tú cabeza,… [la de Satanás] …y tú… [Satanás] …magullarás Su talón… [con la crucifixión de Cristo].” (Génesis 3:15).
Esta
profecía fue hablada por Dios Mismo, el Que llegaría a ser Jesucristo. Como el
Señor Dios del Antiguo Testamento, Él profetizó Su propia muerte para expiar
los pecados de Adán y Eva y todos sus descendientes por venir. Esta profecía
fue hablada mas de 4,000 años antes de Su golpiza, flagelación y crucifixión en
el día de la Pascua, Nisan 14, Abril 5, 30 d.C.
La Semilla
prometida del pacto con Abraham
La promesa
de una Semilla que conquistaría el pecado y desterraría a Satanás fue
confirmada por el pacto que Dios hizo con Abraham. Las palabras del pacto
fueron una profecía de Su propio nacimiento futuro como la Semilla carnal de
Abraham. Examinemos el registro en el libro de Génesis: “Y he aquí, la Palabra del SEÑOR vino
a él… [Abraham] …diciendo, ‘Este hombre… [su mayordomo Eliécer] …no será tu heredero; sino el que
saldrá de tus propios lomos será tu heredero’.” (Génesis. 15:4).
El
nacimiento de Isaac, el hijo de Abraham y Sara, fue solo el comienzo del
cumplimiento de esta promesa a Abraham. La promesa no fue solo para Isaac sino
también para su descendencia futura, el Mesías venidero. El nacimiento de
Jesucristo fue el máximo cumplimiento de la promesa, la Semilla en Quien las
promesas fueron dadas: “Entonces para Abraham y para su Semilla fueron las promesas
habladas. Él no dice, ‘y para tus semillas,’ como de muchas; sino como
de una, ‘y para tu Semilla,’ la cual es Cristo.” (Gálatas 3:16).
Jesucristo es la Semilla prometida y el Heredero verdadero de las promesas que
Dios le hizo a Abraham.
El registro
de Génesis 15 revela que la noche había venido cuando Dios empezó a darle las
promesas a Abraham. En esa noche, Dios sacó a Abraham y le mostró las estrellas
del cielo. Luego Él le dio a Abraham otra promesa: “Y lo llevó afuera, y dijo, ‘Mira ahora
hacia los cielos y cuenta las estrellas—si eres capaz de contarlas.’ Y le dijo,
‘Así será tu descendencia’.” (Génesis 15:5). El Nuevo Testamento muestra
que estas palabras de Dios no se refieren a los descendientes físicos de
Abraham sino a aquellos quienes llegarían a ser los hijos de Abraham a través
de la fe en Jesucristo. El apóstol Pablo escribió: “Por causa de esto, ustedes deberían
entender que aquellos que son de la fe son los verdaderos
hijos de Abraham.” (Gálatas 3:7). Los verdaderos hijos de Abraham no son contados
por su linaje físico. Ellos son una nación espiritual, compuesta de individuos
de toda raza y toda línea sanguínea que siguen en la fe de Abraham (versos 8,
14). Al regreso de Jesucristo, ellos serán resucitados a vida eterna como seres
espirituales glorificados y brillarán como las estrellas para siempre (Daniel
12:3, Mateo 13:43, I Corintios 15:40-44).
Luego, Dios
prometió darle a Abraham y a su semilla física la tierra de los Cananitas: “Y Él le dijo, ‘Yo soy el
SEÑOR que te sacó de Ur de los Caldeos, para darte esta tierra para heredarla.’
”
(Génesis 15:7). Esta promesa fue para sus descendientes físicos, los hijos de
Israel. Muchas generaciones pasarían antes que la Semilla prometida,
Jesucristo, viniera a preparar un pueblo espiritual para un reino espiritual—los
hijos de Dios en el Reino de Dios. Abraham recibió las promesas con la fe
completa de que Dios las cumpliría: “Y creyó en el SEÑOR. Y Él se lo contó por justicia.” (verso 6).
El pacto
confirmado por un juramento maldiciente
Cuando Dios
estableció Su pacto con Abraham, Él lo confirmó con un juramento maldiciente,
el cual fue una promesa y una profecía de Su propia muerte futura. En la mañana
después de darle a Abraham las promesas, Dios le habló y lo instruyó a preparar
un sacrificio especial para sellar el pacto: “Y Él le dijo a él, ‘Tómame una novilla de
tres años de edad, y una cabra de tres años de edad, y un carnero de tres años
de edad, y una tórtola, y una paloma joven.’ Y él tomó todos estos para si
mismo, y los dividió por la mitad, y colocó cada pieza opuesta a la
otra, pero no dividió las aves. Y cuando las aves de presa bajaban sobre los
cadáveres de los animales, Abram las ahuyentaba.” (versos 9-11). Los
cuerpos sangrientos de los animales sacrificados estaban echados sobre la
tierra para representar la muerte simbólica de Quien confirmaría el pacto. Al
pasar por entre las partes, Él prometería Su propia vida para cumplir el pacto.
Para el
tiempo que Abraham había terminado de preparar el sacrificio del pacto, era
tarde en el día: “Y
sucedió, mientras el sol estaba bajando, que un profundo sueño cayó sobre
Abram. Y he aquí, ¡un horror de gran oscuridad cayó sobre él!” (verse 12).
Mientras Abraham dormía, Dios se le apareció en una visión y prometió que sus
descendientes físicos heredarían la tierra. Sin embargo, esto no pasaría hasta
que hubieran vivido en otra tierra por cuatro generaciones: “Y Él dijo a Abram, ‘Debes
ciertamente saber que tu descendencia será peregrina en una tierra que no es
de ellos, (y les servirán y los afligirán) cuatrocientos años. Y también
juzgaré a esa nación a quien ellos servirán. Y después saldrán con gran
sustancia. Y tú irás a tus padres en paz. Serás enterrado en buena vejez. Pero
en la cuarta generación ellos vendrán de nuevo aquí, porque la iniquidad de los
Amorreos no esta aun completa.’ ” (versos 13-16).
Después de
profetizar estos eventos, Dios Se obligó a Sí mismo a cumplirlos pasando entre
los animales sacrificados para sellar el pacto: “Y sucedió¾cuando el sol bajó… [comenzando el
siguiente día] …y era
oscuro¾he aquí,
un horno humeante y una lámpara ardiente pasó por entre aquellas piezas.
En el mismo día el SEÑOR hizo un pacto con Abram…” (versos 17-18).
Después que
el sol había bajado, Dios pasó por el medio de los animales sacrificados,
revelando Su presencia por el horno humeante y la lámpara ardiente. Cuando Dios
pasó entre las partes, Él caminó un camino de muerte, prometiendo Su futura
muerte. Aparentemente, el horno humeante consumió totalmente los animales
sacrificados. Así es como Dios ratificó Su pacto unilateral con Abraham.
El registro
completo en Génesis 15 revela que el hacer el pacto tuvo lugar durante dos días
consecutivos. Cuando Dios habló primero a Abraham, era de noche porque las
estrellas podían ser vistas (verso 5). En la mañana, Dios le dio a Abraham
instrucciones para preparar el sacrificio del pacto. Abraham preparó el
sacrificio el mismo día. Sabemos que él completó la preparación mientras el sol
estaba aun alto porque las aves de presa estaban volando alrededor e intentando
bajar sobre el sacrificio (verso 11). El siguiente verso registra el fin del
día: “Y sucedió,
mientras el sol estaba bajando, que un profundo sueño cayó sobre Abram.” (verso 12).
Después que el sol había bajado, Dios le apareció a Abraham y ratificó el pacto
(verso 18).
Hay un gran
significado en el hecho de que el pacto fue establecido sobre un periodo de dos
días, con las promesas siendo dadas en la primera noche y el pacto siendo
ratificado en la segunda noche. El tiempo de estos eventos tiene un paralelo exacto
en la cronología de la Pascua y el Éxodo, los cuales fueron los primeros hechos
en el cumplimiento de las promesas de Dios para la simiente física—los
descendientes de Abraham a través de Isaac y Jacob.
La primera
Pascua de Israel y el éxodo de Egipto
Éxodo 12
registra que los hijos de Israel guardaron la Pascua en el día 14 del primer
mes, o Abib (este mes luego fue conocido como Nisan). El cordero de la Pascua,
un tipo del Mesías por venir, fue muerto inmediatamente después del ocaso al
comienzo del 14. El pueblo tomó algo de la sangre y la puso en los postes y en
el dintel de las puertas de sus casas, así Dios pasaría sobre sus casas y
salvaría a sus primogénitos. Luego ellos asaron el cordero al fuego y lo
comieron con hierbas amargas.
A la medianoche
del 14, Dios ejecutó su juicio final sobre los egipcios y sus dioses matando a
todos los primogénitos de hombres y bestias. Cuando Dios veía la sangre de los
corderos de Pascua sobre las casas de los hijos de Israel, Él pasaba por encima
de ellos, salvando a sus primogénitos.
Al alba,
cuando la porción diurna de Nisan 14 comenzaba, los hijos de Israel dejaron sus
casas para reunirse en Rameses para el éxodo. Mientras viajaban a Rameses,
ellos despojaron completamente a los egipcios, cumpliendo la promesa de Dios a
Abraham de que sus descendientes partirían de la tierra de servidumbre con gran
sustancia. Dios ordenó a los hijos de Israel guardar este día, el día 14 del
primer mes, como la Fiesta de la Pascua por todas sus generaciones por venir,
en conmemoración de Su juicio final contra los egipcios y sus dioses y Su
salvación de los primogénitos de Israel (Éxodo 12:3-14, 21-28, Levítico 23:5).
Después que
los hijos de Israel se habían reunido en Rameses, el éxodo de Egipto comenzó.
El pueblo partió de Rameses mientras el día 14 estaba terminando al ocaso y el
día 15 estaba comenzando. El tiempo de este evento cumplió otra promesa que
Dios había hecho a Abraham: “Ahora, el peregrinaje de los hijos de Israel en Egipto fue cuatrocientos
treinta años, Y sucedió al final de los cuatrocientos treinta años, fue
incluso en ese mismísimo día, que todos los ejércitos del SEÑOR salieron
de la tierra de Egipto. Es una noche para ser muy observada al SEÑOR por
sacarlos de la tierra de Egipto...” (Éxodo 12:40-42).
La frase “el
mismísimo día” se refiere a un día especifico exactamente cuatrocientos
treinta años antes del éxodo. ¿Que día fue este? Las Escrituras revelan que
fue el “mismísimo día” que Dios estableció su pacto con Abraham. En aquel día,
Dios prometió que Él sacaría a sus descendientes de la esclavitud con gran
sustancia. En aquel “mismísimo día,” el día 15 del primer mes, Dios cumplió Su
promesa. Por tanto, Dios estableció el día 15 del primer mes como un día santo
para conmemorar el inicio del éxodo (Éxodo 12:37-42; 13:3-10; Levítico
23:6-8).
El fundamento
de la Pascua Cristiana en el Pacto con Abraham
Cuatrocientos
treinta años después de establecer Su pacto con Abraham, Dios sacó a los hijos
de Israel de Egipto. Después de sacarlos, Él estableció un pacto con ellos
llamado ahora el Antiguo Pacto. En su epístola a los Gálatas, el apóstol Pablo
confirma que el Antiguo Pacto fue establecido cuatrocientos treinta años
después del pacto de Dios con Abraham: “Entonces esto digo, que el pacto ratificado de
antemano por Dios para Cristo… [el verdadero heredero de Abraham] …no puede ser anulado por la ley,… [los
requerimientos físicos del Antiguo Pacto] …la cual fue dada cuatrocientos treinta años mas
tarde, con el fin de hacer la promesa sin efecto.” (Gálatas 3:17).
El Antiguo
Pacto con los hijos de Israel no cumplió la promesa de Dios a Abraham de una
semilla espiritual que brillaría como las estrellas para siempre. Esta promesa
no empezó a ser cumplida sino hasta la llegada del Nuevo Pacto, el pacto de vida
eterna, el cual fue establecido casi 2,000 años después. Como Dios manifestado
en la carne, Jesucristo, la Semilla prometida de Abraham, instituyó el Nuevo
Pacto en la noche de la Pascua, el día 14 del primer mes, llamado Nisan. La
Pascua que inició el Nuevo Pacto no fue una cena de cordero y hierbas amargas,
como fue la Pascua de los hijos de Israel bajo el Antiguo Pacto. Cuando Jesús
instituyó la nueva Pascua Cristiana, Él cambió los símbolos de la Pascua para
representar Su propio cuerpo y sangre, lo cual Él sacrificó como el verdadero
Cordero Pascual de Dios para ratificar el Nuevo Pacto. Aunque Él cambió los
símbolos, Él no cambió el día, o el tiempo del día, en el cual la Pascua debía
ser observada.
La Pascua
Cristiana, como esta instituida por Jesucristo, es para ser observada en la
noche de Nisan 14. La nueva ceremonia consiste de tres partes: 1) Lavado de
pies (Juan 13:2-17); 2) participación del rompimiento del pan, simbolizando el
cuerpo roto de Jesús (Mateo 26:26, Marcos 14:22, Lucas 22:19, I Corintios
11:23-24); y 3) participación del vino, simbolizando la sangre de Jesús
derramada para la remisión de pecados, para que todos quienes acepten Su
sacrificio puedan entrar en el Nuevo Pacto (Mateo 26:27-29, Marcos 14:23-25,
Lucas 22:17-20, I Corintios 11:25-26).
¿Porque tenía
que morir Dios?
Como hemos
aprendido, Dios ratificó Sus promesas a Abraham con un juramento maldiciente.
Al pasar por entre las partes del sacrificio del pacto, Él prometió que daría
Su propia vida para cumplir las promesas. El sangriento sacrificio de estos
animales del sacrificio simbolizaban el sufrimiento brutal y la crucifixión de
Jesucristo, lo cual ocurrió en el 30 d.C en el día de la Pascua—Nisan 14. El
profundo sueño y horror de gran oscuridad que Abraham experimentó fue símbolico
del entierro de Jesús en la tumba cuando Nisan 14 estaba terminando al ocaso.
Así, 2.000 años después, en el mismísimo día que Dios ratificó Su pacto con
Abraham, Su cuerpo sin vida estaba en la tumba. Él había cumplido Su promesa de
que Él moriría para cumplir las promesas.
Antes de
poder comprender la muerte de Dios manifestado en la carne, necesitamos
entender una verdad fundamental acerca de Dios. Las Escrituras revelan que la
Deidad esta compuesta de mas de un Ser divino. En el primer capitulo de
Génesis, el nombre hebreo Elohim es usado para describir a Dios. En el
lenguaje hebreo, el sufijo im adicionado a una palabra, la hace plural.
Entonces Elohim es un sustantivo plural, significando que hay más de un
Ser en la Deidad. Cuando Dios creó a Adam y Eva, Dios dijo, “Hagamos al hombre a Nuestra imagen, según Nuestra
semejanza…” (Génesis 1:26).
Juan
comienza su Evangelio revelando esta verdad fundamental: “En el principio era la
Palabra, y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios. Él estaba en el
principio con Dios. Todas
las cosas vinieron a ser a través de Él, y ni siquiera una cosa que fue
creada vino a ser sin Él. En Él estaba la vida, y la vida era la luz de los
hombres… Él
estaba en el mundo, y el mundo vino a ser a través de Él, pero el mundo no Lo
conoció… Y
la Palabra se hizo carne, e hizo tabernáculo entre nosotros… [vivió temporalmente] …(y nosotros mismos vimos Su
gloria, la gloria como del único engendrado con el Padre), lleno de
gracia y verdad.” (Juan 1:1-4, 10, 14).
Jesús Mismo
testificó que Él estaba con el Padre en gloria antes que el mundo existiera. En
Su oración final a Dios el Padre antes que Él fuera arrestado, juzgado y
crucificado, Él dijo, “Te
he glorificado en la tierra. He acabado la obra que Me diste para hacer. Y
ahora, Padre, glorifícame con Tu propio ser, con la gloria que tuve Contigo
antes que el mundo existiera.” (Juan 17:4-5).
Las
Escrituras del Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento consistentemente
revelan que desde el comienzo hubo dos Seres Quienes existían juntamente como
Dios, o Elohim. El Elohim Quien creó todas las cosas fue Quien
llegó a ser Jesucristo, el Mesías y el Salvador del mundo. El otro Elohim llegó
a ser el Padre. Encontramos una profecía de esto en el libro de Salmos: “Declararé… [refiriéndose al Elohim
Quien llegó a ser el Hijo, Jesucristo] …el decreto del SEÑOR. Él… [el Elohim Quien
llegó a ser el Padre] …Me
ha dicho, ‘Tu eres Mi Hijo; en este día Te he engendrado… [el día que Él
fue engendrado en el vientre de la virgen María].” (Salmo 2:7).
El Elohim
Quien llegó a ser Jesucristo, el Hijo de Dios y Salvador del mundo, tuvo
que despojarse Él mismo de Su poder y gloria como Dios. Él tuvo que convertirse
en un punto de vida para ser engendrado por el Padre en el vientre de la virgen
María. El apóstol Pablo revela como fue logrado esto: “Esté esta mente en ustedes, la cual estuvo
también en Jesucristo; Quien, aunque existió… [griego uparcwn, huparchoon,
existir o pre-existir] …en la forma de Dios, no lo consideró robo ser igual con
Dios,
sino que se
vació a Si mismo,… [de Su poder y gloria] …y fue hecho en la semejanza… [griego omoiwma homoioma,
la misma existencia] …de
hombres, y tomó la forma de un siervo; [griego douloV doulos,
un esclavo] …y
habiéndose encontrado en la forma de hombre, se humilló a Si mismo, y
llegó a ser obediente hasta la muerte, incluso la muerte de la
cruz.”
(Filipenses 2:5-8).
Estas
palabras inspiradas de Pablo confirman que antes que Jesucristo llegara a ser
humano, Él era en verdad, Jehová Elohim, el Señor Dios del Antiguo
Testamento. Existiendo como Dios, Él estaba compuesto de Espíritu eterno. En
esa existencia, era imposible para Él morir. La única forma para Dios morir era
llegando a ser completamente humano—ser “manifestado en la carne.” El Dios
Quien había creado al hombre a Su imagen y semejanza tomó la misma carne y
naturaleza del hombre para redimir al hombre del pecado.
Jesucristo
voluntariamente llegó a ser un hombre para dar Su vida como una ofrenda por el
pecado del mundo. Él Padre Le dio autoridad para poner Su vida y recibirla de
regreso, como Jesús Mismo lo testificó: “Exactamente como el Padre Me conoce, Yo también conozco al
Padre; y pongo Mi vida por las ovejas. Y tengo otras ovejas que no son de este
redil. Debo traer a esas también, y ellas oirán Mi voz; y habrá un
rebaño y un Pastor. Por cuenta de esto, el Padre Me ama: porque Yo
pongo Mi vida, para que la pueda recibir de regreso otra vez. Nadie Me la
quita, sino que Yo la pongo de Mi mismo. Tengo autoridad para ponerla y
autoridad para recibirla de regreso otra vez. Este mandamiento recibí de Mi
Padre.” (Juan 10:15-18).
Jesucristo
vino a hacer la voluntad del Padre y a dar Su vida como el sacrificio por el
pecado. En su epístola a los Hebreos, Pablo cita las palabras de la profecía
del Salmo 40:6-8: “Por
esta razón, cuando Él entra en el mundo, dice, “Sacrificio y ofrenda no
deseaste, sino has preparado un cuerpo para Mi… [el cuerpo humano de
Cristo en la carne] …No
te deleitaste en ofrendas quemadas y sacrificios por el pecado. Entonces
dije, ‘He aquí, Yo vengo (como esta escrito de Mi en el
rollo de papel del libro) para hacer Tu voluntad, Oh Dios.’ ” ” (Hebreos
10:5-7).
Fue el
propósito de los dos Seres Quienes eran Elohim que uno de Ellos se
hiciera completamente humano para morir, así entonces, a través de Su
sacrificio, a toda la humanidad le pueda ser otorgada gracia para salvación.
Pablo deja esto absolutamente claro: “Pero vemos a Jesús, Quien fue hecho un poco menor
que los ángeles, coronado con gloria y honor a cuenta de sufrir la
muerte, para que por la gracia de Dios Él mismo pudiera probar… [participar
de] …la
muerte por todos;
porque era apropiado para Él, para Quien todas las cosas fueron creadas,
y por Quien todas las cosas existen, traer muchos hijos a la
gloria, para hacer al Autor de su salvación perfecto a través de sufrimientos.” (Hebreos
2:9-10).
Las
Escrituras revelan que Jesucristo fue un ser humano mortal. Él no fue un ser
angelical que parecía ser un hombre. Pablo declara muy claramente que Él
compartió la misma carne y sangre como todos los seres humanos: “Por tanto, dado que los hijos son
participes de carne y sangre, en la misma manera Él también tomó parte en la
misma, para que a
través de la muerte Él pudiera anular a quien tiene el poder de la muerte—eso
es, el diablo; y pudiera librar a aquellos que estaban sujetos a
esclavitud a lo largo de sus vidas por su temor de la muerte. Porque ciertamente, Él no la esta
tomando sobre Si mismo para ayudar a los ángeles; sino Él la esta
tomando sobre Si mismo para ayudar a la semilla de Abraham. Por esta
razón, fue obligatorio para Él ser hecho como Sus hermanos en
todo…
[compartiendo la misma naturaleza y carne] …para que pudiera ser un Sumo Sacerdote
misericordioso y fiel en cosas pertinentes a Dios, para hacer
propiciación por los pecados de la gente. Porque Él mismo ha sufrido, habiendo
sido tentado en la misma manera, Él es capaz de ayudar a aquellos
que están siendo tentados.” (Hebreos 2:14-18).
¡Que
expresión de amor tan magnifica! El Creador de toda la humanidad renunció
temporalmente a Su existencia eterna como Dios y se bajó Él mismo al nivel del
hombre mortal para ¡poder sufrir y morir por cada ser humano! Por la gracia y
amor de Dios, a través del poder del Espíritu Santo, Él deseosamente tomó sobre
Sí mismo la pena de muerte que había pronunciado sobre Adam y Eva y sus
descendientes.
Jesucristo
voluntariamente escogió entregar Su vida para reconciliar a la humanidad con
Dios para que todos quienes acepten Su sacrificio puedan tener la oportunidad
de recibir salvación y vida eterna. Jesús soportó todo Su sufrimiento en la
carne para poder llegar a ser el Autor de la salvación eterna: “Quien, en los días de Su carne,
ofreció oraciones y suplicas con fuerte lamento y lagrimas a Quien era capaz de
salvarlo de la muerte, y fue oído porque temió a Dios. Aunque fue
un Hijo, aun así aprendió obediencia de las cosas que sufrió; y habiendo
sido perfeccionado, llegó a ser el Autor de la salvación eterna
para todos aquellos que Lo obedecen” (Hebreos 5:7-9).
Tomó la
muerte del Dios Creador, manifestado en la carne, para llegar a ser el
sacrificio perfecto por el perdón del pecado humano. Ningún otro sacrificio
podría traer perdón de pecados a la humanidad. Todos los sacrificios animales y
el derramamiento de su sangre nunca podrían traer perdón por los pecados
humanos ante Dios. El apóstol Pablo deja esta verdad muy clara: “Porque la ley, teniendo solo
una sombra de las buenas cosas que vienen, y no la imagen de aquellas
cosas, con los mismos sacrificios los cuales se ofrecen continuamente
año tras año, nunca es capaz de hacer perfectos a aquellos que vienen a
adorar. De otro modo, ¿no habrían cesado de ser ofrecidos? Porque una vez que
hubieran sido purificados aquellos que adoran, no serían más conscientes de
pecado. Por el contrario, al ofrecer estos sacrificios año tras
año, hay un recuerdo de pecados porque es imposible por
la sangre de toros y machos cabrios quitar pecados.” (Hebreos
10:1-4).
El hombre no
puede salvarse a sí mismo: Ningún ser humano carnal ha sacrificado su
vida para redimir a la humanidad. Si fuera posible para un hombre vivir
perfectamente en la letra de la ley y nunca pecar, y si él fuera sacrificado
por el pecado, su vida humana perfecta no sería suficiente para redimir
siquiera una vida humana. La redención del pecado y muerte requiere una
obediencia mas grande que la letra de la ley. Esa es toda la lección de las
pruebas y sufrimientos de Job. Aunque él era perfecto en la letra de la ley, Su
propia justicia no podía salvarlo: “Y el SEÑOR le respondió a Job y dijo, “¿Lo instruirá
el que contiende con el Todopoderoso? El que reprueba a Dios, respóndalo.” Y
Job respondió al SEÑOR y dijo, “¡He aquí, soy vil!”… [todos los seres
humanos tienen una naturaleza pecaminosa, sin importar el comportamiento
perfecto en la letra de la ley] ¿Qué Te responderé? Pondré mi mano sobre mi boca. Una vez he
hablado; pero no responderé; sí, dos veces, pero no procederé mas.” Y el SEÑOR
le respondió a Job desde el torbellino, y dijo, “Ciñe tus lomos, ahora como un
hombre. Te reclamaré, y tú Me declararás, ¿Aun anularás Mi juicio? ¿Me
condenarás para que puedas ser recto?¿Y tienes un brazo como el de
Dios? ¿O puedes tronar con una voz como la Suya? Engalánate ahora con majestad
y excelencia, y arréglate con gloria y belleza. Derrama el furor de tu ira; y
he aquí todo aquel que es orgulloso, y humíllalo. Mira sobre todo aquel que
es orgulloso, y humíllalo; y pisotea al impío en su lugar. Ocúltalos en el
polvo juntamente; y aprisiona sus rostros en oscuridad. Entonces Yo
también te confesaré que tu mano derecha puede salvarte.” (Job
40:1-14). Como Dios le dijo a Job, es imposible para cualquier ser humano
salvarse a sí mismo—mucho menos a toda la humanidad.
Los ángeles no
pueden salvar a la humanidad: Dios creó a los ángeles para ser
espíritus ministradores. Los ángeles están en una categoría completamente
diferente a los seres humanos o Dios. Mientras Dios los creó de espíritu, ellos
no tienen el potencial para entrar en la Familia Dios, como si lo tienen los
seres humanos quienes serán transformados a espíritu en la resurrección.
Tampoco ellos son como Aquel de Elohim Quien llegó a ser el Hijo, como
Pablo lo escribió: “Dios,
Quien habló a los padres en tiempos diferentes en el pasado y en muchas formas
por los profetas, nos ha hablado en estos últimos días por Su Hijo, a
Quien Él ha señalado heredero de todas las cosas, por Quien también Él
hizo los mundos; Quien, siendo el brillo de Su gloria y la
imagen exacta de Su persona, y sosteniendo todas las cosas por la palabra de Su
propio poder, cuando Él hubo por Si mismo limpiado nuestros pecados, se
sentó a la mano derecha de la Majestad en la altura; habiendo
sido hecho mucho mayor que cualquiera de los ángeles, en la medida como
Él ha heredado un nombre excesivamente superior a ellos. ¿Por qué a cual de los ángeles dijo
Él jamás, “Tu eres Mi Hijo; en este día Te He engendrado”? Y de nuevo, ¿“Yo seré un Padre
para Él, y Él será un Hijo para Mi”? Y nuevamente, cuando Él trajo al
Primogénito al mundo, dijo, “Todos los ángeles de Dios Lo adoren.” Ahora
por un lado, de los ángeles Él dice, “Quien hace a Sus ángeles
espíritus, y a Sus ministros una llama de fuego.”…Pero ¿a cual de los ángeles dijo Él alguna
vez, “Siéntate a Mi mano derecha, hasta que haga de Tus enemigos un taburete
para Tus pies”? Y ¿no son todos ellos espíritus ministradores, siendo
enviados para ministrar a aquellos que están a punto de heredar salvación?” (Hebreos
1:1-7, 13-14) No era posible por el sacrificio de ángeles pagar por los
pecados de toda la humanidad.
Solo Dios
puede salvar al hombre: El único Ser cuya vida podría comprar
la redención del pecado de toda la humanidad es el Dios Creador. Si Aquel Quien
había creado al hombre moría, el pago completo y total por el pecado humano
podría ser hecho, y la reconciliación con Dios sería posible para toda la
humanidad. La misericordia de Dios podía entonces ser extendida a todos los que
se arrepientan y acepten la muerte de Jesucristo, Dios manifestado en la carne,
como pago por sus pecados. ¡Por esto es que Dios
tuvo que morir!
Aquel de Elohim
Quien creó los cielos y la tierra llegó a ser Jesucristo—Dios manifestado
en la carne. Él fue engendrado divinamente por Dios el Padre y nació de la
virgen María, Su madre física. El fue como cualquier ser humano, excepto que Él
tuvo el Espíritu Santo desde la concepción. Solo la muerte de Dios podía
reconciliar al hombre con Dios. Así Jesús tuvo que ser Dios en la carne—humano
así como también divino.
Mientras Él
vivió en la carne, Jesucristo fue sujeto a todo tipo de tentación que un ser
humano pueda experimentar, pero Él nunca se rindió a una sola tentación de la
carne o de Satanás. Jesucristo nunca pecó. Su obediencia fue perfecta en el
total espíritu de la ley. Por vivir una vida sin pecado, Él fue calificado para
llegar a ser no solo el Salvador y Redentor de la humanidad sino también el
Sumo Sacerdote y Mediador entre Dios y el hombre: “Teniendo por lo tanto un gran Sumo
Sacerdote, Quien ha pasado a los cielos, Jesús el Hijo de Dios,
deberíamos sujetar firme la confesión de nuestra fe. Porque no tenemos
un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno
Quien fue tentado en todas las cosas de acuerdo a la semejanza
de nuestras propias tentaciones; aunque Él fue sin pecado. Por lo
tanto, deberíamos venir con audacia al trono de gracia, para que podamos
recibir misericordia y encontrar gracia para ayuda en tiempo de necesidad.” (Hebreos 4:14-16).
La vida de
Jesús en la carne fue capaz de comprar la redención del pecado para toda la humanidad
porque:
1) Él fue el
Creador de todos los seres humanos.
2) Él fue
engendrado divinamente por Dios el Padre.
3) Él fue Dios
manifestado en la carne.
4) Él fue el único humano que vivió Su vida entera de acuerdo a la
voluntad de Dios.
5) Él fue el
único humano que nunca pecó.
6) Él fue el único humano que nunca se rindió a una sola tentación
de la carne o de Satanás el diablo.
7) Él fue el
único humano que no le fue aplicable la pena de muerte por el pecado.
Solo la
sangre preciosa del Cordero de Dios podía expiar todo pecado humano. La muerte
de Dios en la carne fue un sacrificio completo y perfecto y una expiación
porque Su vida en la carne abarcó el alcance completo de la experiencia humana.
A nivel humano, Él sufrió todo tipo posible de tentación. Sufrió las
indignidades humanas mas viles y torturas extremas, soportando una golpiza
violenta, flagelación y crucifixión, y la vergüenza de la muerte publica.
Sufrió el rechazo de Su propia gente e injusticia a manos de las autoridades
civiles y religiosas. Fue victima de la oportunidad política y la hipocresía
religiosa. Venció todo, ganando victoria total sobre Satanás el diablo y las
atracciones de la carne a través de Su amor y obediencia perfecta a Dios el
Padre. El sacrificio de Su vida perfecta abrió el camino para toda la humanidad
de recibir salvación a través de la fe en Jesucristo: “Porque Dios amó tanto al mundo, que dio Su
único Hijo engendrado, para que todo el que crea en Él no pueda morir, sino
pueda tener vida eterna. Porque Dios no envió a Su hijo al mundo para
que pudiera juzgar al mundo, sino para que el mundo pudiera ser salvo a
través de Él.” (Juan 3:16-17).
Dios el
Padre aceptó la muerte de Jesús una vez y para siempre, como pago total por el
pecado humano. Pero antes que el sacrificio de Jesucristo pueda ser aplicado a
un individuo, este debe primero arrepentirse de pecar, aceptar a Jesucristo
como Salvador personal y ser bautizado por inmersión completa en agua. En el
bautismo, él o ella es unido en la muerte de Cristo por un entierro simbólico
en una tumba acuosa. Todo el que es levantado del entierro bautismal debe
caminar en novedad de vida, aprender a amar a Dios el Padre y a Jesucristo con
todo el corazón y guardar Sus mandamientos en la plenitud del espíritu de la
ley. Esa es la forma de vida que Jesús estableció para aquellos que entren al
Nuevo Pacto a través de la fe en Su sacrificio por el pecado.
Todo el que
entra en el Nuevo Pacto se le ordena observar la Pascua año tras año como
renovación del pacto de vida eterna. Al participar de la Pascua como Jesús
enseñó, ellos reconocen que han aceptado el cuerpo y sangre de Jesucristo como
pago total por sus pecados y han dedicado sus vidas a vivir por Él (Juan
6:57). Cuando participan del pan sin levadura roto, reconocen que son sanos de
sus enfermedades por el cuerpo roto de Jesucristo: “…y por Cuyos azotes ustedes fueron sanos.” (I Pedro
2:24). Cuando participan del vino, reconocen que ellos confían en Su sangre
derramada “para la
remisión de pecados.” (Mateo 26:28).
Todos los
verdaderos cristianos han sido comprados con un gran precio. Ellos le
pertenecen a Jesucristo, Quien pagó con Su propia sangre para liberarlos del
poder de Satanás y la esclavitud del pecado, y reconciliarlos con Dios el
Padre. “…Cristo
nuestra Pascua fue sacrificado por nosotros.” (I Corintios 5:7). ¡Este es el significado
del DIA QUE JESUCRISTO MURIÓ POR LOS PECADOS DEL MUNDO ENTERO!